lunes, 27 de diciembre de 2010

Un alma perdida que creció conmigo.

Siete años atrás.
Estaba sentado en la fría acera de la calle de la que aún no conocía el nombre. Apoyaba la espalda en la pared de ladrillo rojizo de un bloque de edificios que parecía algo envejecido. Hacía rato que había parado de llorar, pero aún sentía las mejillas acartonadas de lágrimas secas. Tan sólo habían pasado tres días desde que abandoné mi casa y aún no podía resistir el impulso de pensar en volver. Gracias a Dios que no lo hice.
No podía evitar sentirme un poco solo, pero lo soportaba hablándo conmigo mismo, hasta casi esforzarme en creer que me había dividido en dos.
Un día, a finales de diciembre, mientras charlaba con mi alter ego de algo banal, una presencia oscura y jadeante se acercó a mí, vacilante. Me dejé con la palabra en la boca y lo miré bien. Tan sólo era un perro, negro como el carbón y de ojos penetrantes.
En cierto modo, me recordó a mí mismo. Perdido, alicaído, de mirada triste y sin una casa a la que volver o un amigo al que contarle tus penas y tus secretos. Me regaló una mirada de complicidad, como si me entendiera y comprendiese mi situación. Lo invité a mi lado y le acaricié. Estaba despeinado, con algunas hojas prendidas de su pelaje azabache, despeinado y sucio. Pero yo no debía de presentar un aspecto mejor.
Era siempre así. Él llegaba y se tumbaba a mi lado. Yo le contaba mi vida y lo que me había ocurrido ese día, que nunca era nada excepcional. Otras veces, le contaba algunos cuentos que recordaba, mientras él apoyaba su cabezita en mi muslo y erguía sus orejas de lobo. Luego, se iba, para regresar a la mañana siguiente.
Actualmente.
Aunque hasta ahora no me había fijado, él ha crecido mucho, como yo. Mutuamente nos hemos cuidado y visto crecer. No le he puesto nombre, pero no le hace falta. Yo tampoco tengo, pero aún así no veo la utilidad de un nombre.
Era un día soleado y yo esperaba que mi compañero regresase de su perdido hogar. Pero nunca regresó. Por más que diera vueltas por la manzana, buscándolo, no lo encontré. Y una vez más me senté en mi calle, apoyado contra el edificio inmenso y rojizo y una vez más acompañado de mi alter ego, como antaño.

6 comentarios:

  1. ¡Me ha gustado mucho! Es triste pero precioso. Sigue así :)

    Un beso, K.

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  2. wooow! lo que escribes está genial!
    Es bastante triste... pero aún asi es muy bonito.
    Sube pronto el siguiente, porque la verdad es que engancha ;)
    besitoos LL

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  3. En dos palabras: Pelos depunta!!! x)
    En serio muy bonito.

    Momobesos de peluche again.

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  4. Muy triste y bonito. Pero tengo que chafarte con un error :( Pusiste despeinado dos veces en la descripción del perro y queda un poco mal. ;)
    Me está gustando mucho esta historia ^^

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  5. Está muy bien, en serio!!
    Me gusta, continúa e iré leyendo.
    Besos

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  6. Está bastante bien, pero he encontrado un error que me ha dejado "muerta". XD
    -"...mientras él apoyaba su cabezita en mi muslo..." Cabecita va con "c", no con "z". XDDDD

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